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Bursitis retrocalcánea
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La bursitis retrocalcánea es una afección que se caracteriza por daño en los tejidos e inflamación de la bursa retrocalcánea (un pequeño saco lleno de fluido situada en la parte posterior del talón) que produce dolor en el área del talón. Por eso mismo, muchas veces se vincula con la tendinitis aquílea. En posts anteriores se ha hablado sobre la tendinopatía de Aquiles, donde se ha comentado que no debe ser confundida con la tendinitis, ya que ésta última se caracteriza por una inflamación del tendón que conecta la parte posterior de la pierna con el talón y produce dolor en la parte inferior del pie.


Por lo que respecta a la bursa, hay que mencionar que se trata de un saco lleno de líquido que se encuentra en varios sitios de todo el cuerpo. Estas bolsas están diseñadas para reducir la fricción entre las capas cercanas del tejido que se llenan de fluido lubricante.


La bursa retrocalcánea se encuentra en la parte donde el tendón de Aquiles conecta los músculos de la pantorrilla con el hueso del talón. Durante la contracción del músculo de la pantorrilla, se produce la tensión a través del tendón de Aquiles y esto provoca una fricción contra la bursa retrocalcánea. Las fuerzas de compresión y fricción también se pueden dar en la bolsa retrocalcánea durante ciertos movimientos del tobillo o por el uso de zapatos demasiado apretados. Cuando estas fuerzas son excesivas debido a la demasiada repetición o a la alta fuerza, se produce una irritación e inflamación de la bursa. Esto es conocido como bursitis retrocalcánea.


Los pacientes con esta afección experimentan dolor en la parte posterior del tobillo y del talón, donde el tendón de Aquiles se une al hueso del talón. El dolor se experimenta normalmente durante las actividades que requieren contracciones fuertes de la pantorrilla o acciones repetitivas. El dolor puede empeorar con el descanso tras dichas actividades. El dolor asociado a esta afección puede aumentar con la actividad en las etapas iniciales de la lesión. A medida que la enfermedad progresa, los pacientes pueden experimentar síntomas que aumentan durante el deporte o alguna actividad, afectando a el rendimiento. En los casos graves, los pacientes pueden caminar con una cojera o pueden ser incapaces de soportar el peso sobre la pierna afectada. Otros síntomas pueden incluir dolor cuando se palpa la bursa e hinchazón alrededor de la región de Aquiles.


Para diagnosticar la bursitis retrocalcánea se puede realizar un examen subjetivo y objetivo por un profesional del área e incluso se puede confirmar mediante una resonancia magnética o una tomografía computarizada. Algunos de los tratamientos indicados que destacan los profesionales son:

• Aplicación de hielo en el talón posterior y en el tobillo en el período agudo de la bursitis. Se puede aplicar varias veces al día, durante 15-20 minutos.

• Estiramientos graduales y progresivos del tendón de Aquiles.

• Disminución del nivel de actividad deportiva o medios alternativos para mantener la fuerza y la aptitud cardiovascular como por ejemplo, ejercicio en el medio acuático.

• Si el dolor es muy agudo, tomar antiinflamatorios.

• También es indicado la utilización de plantillas personalizadas con cuñas hechas a medida por un profesional para disminuir la tensión sobre el talón.


En cuanto a la recuperación, la mayoría de los pacientes no suele tener problemas y en pocas semanas ya no presentan casi síntomas. Para los pacientes que presentan síntomas más graves o que su afección se ha prolongado por un largo período de tiempo, la recuperación suele ser un proceso más largo y puede tardar varios meses si no se gestiona adecuadamente. Un tratamiento a tiempo podría ser vital para acelerar la recuperación y mejorar el resultado.


Existen varios factores que contribuyen al desarrollo de la bursitis retrocalcánea. Estos elementos pueden predisponer a los pacientes a desarrollar esta afección. Entre los factores destacamos:

• Los pies con una biomecánica pobre, como por ejemplo los pies planos.

• Calzado inadecuado, como por ejemplo zapatos excesivamente apretados.

• Debilidad muscular.

• Excesiva tensión muscular.

• Rigidez articular.

• Períodos de recuperación inadecuados tras una actividad deportiva.

• Rehabilitación incorrecta después de una lesión previa del tendón de Aquiles.

• Equilibrio y propiocepción pobre, etc


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